martes, 30 de julio de 2013

La Secta de los codigos



Tras las colinas, nos reuniremos.
Carentes de piedad y de calor,
adoraremos a nuestro amo y señor.


Con sangre sobre las capuchas de manta,
y nuestros ojos oscurecidos por tu piedad,
de pie, rezaremos nuestras plegarias señor.


No buscamos ser ángeles ni salvadores,
solo buscamos tu despertar de nuestro señor,
un despertar sobre plegarias y sacrificios.


La sangre sobre el improvisado altar,
las ofrendas gimen y lloran lágrimas negras.
Mientras “tu Codex” es revelado por tu luz.


Un Codex revelado por tu luz de sabiduría,
y una visión es revelada; Tu palabra es ley,
y tú sobre su mente, comanda las hordas sombrías.


Nosotros somos las sombras. La piedad,
la cálida piedad se desvanece en la oscuridad
quedando solo, el silencio sepulcral de la muerte.


Una visión develada, por tu iluminación.
Motivada por el olor a sangre fresca
y un sueño de ideales retorcidos.


Somos tus monjes, tus bestias.
Somos más terrenales que celestes,
nuestros gruñidos el silencio rompen.


Tu Codex puede controlarnos, porque él es tuyo.
Le servimos, porque es tu voz en la tierra,
pero solo somos tus esclavos, nuestro señor.


Mantendremos fuerte nuestra lealtad,
y la oscura noche nos sonreirá, mientras 
las llamas danzan sobre el horizonte.


Y con estas ofrendas de carne virgen y fuego,
buscamos complacerte nuestro ángel sombrío
de siete voces celestes y armoniosas.


El ángel oscuro y bello, en su manto de sombra;
su canción, tan hermosa y poderosa es,
marcará la pauta del final de los tiempos.


Donde las estrellas vibren, graciosamente;
y las velas iluminen la eterna penumbra,
oh hermoso ángel del final del tiempo.


Con la estrella triunfante a tu diestra,
agonizante, brillara intensamente.
¡Todos lo sabrán, el mundo lo sabrá!


Con el fuego sombrío a tu siniestra,
su luz sobre el sol carmesí de la sangre,
la flama eterna de tu vela, alumna tu rostro.



Tus siete bocas, mi amo y señor;
entonan solemnes un himno.
Un himno que marca el inicio del fin.


Oh, mi amo y señor Zalgo. 
Ángel de oscuridad perpetúa,
oh, amo y señor te imploramos.


Limpia este mundo de la maldad,
limpia a este mundo de la bondad,
que la entropía nos guie en nuestro paso.


Te impláramos, que aceptes estas humildes ofrendas;
ya que su palabra; nuestro amo y señor, es la ley.
oh, nuestro amo y señor Zalgo te imploramos…


primera oracion a nuestro amo y señor zalgo para ofrecer una virgen, escrita por Fausto Medicci y recitada por los seguidores de Zalgo. la corte de las sombras

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